Llamándome Gala, tarde o temprano iba a aparecer en este blog Salvador Dalí. Me lo han pedido con mucha frecuencia y no me atrevía a abordarlo porque tenía miedo de no ser capaz de reflejar su mirada. Y también porque cuando se conoce mucho a un personaje no tomas la suficiente distancia para estar segura del resultado. No quería una caricatura, era lo fácil. En el fondo ningún artista como él ha jugado a ser la caricatura de sí mismo con tanta lucidez y aparentando tanta locura. La historia aquella de la mosca libando una pupa de sus labios para reseñar el método paranoico crítico es uno de los recuerdos más delirantes y extraordinarios que guardo de la televisión en blanco y negro. Algo inolvidable también es el sonido de su voz balbuceando que Gala era sublime. En realidad, en aquella época, ningún señor en sus cabales habría dicho que su mujer era sublime. Y, al instante, lo adoré.
Pero fue cuando conseguí un botón que tenía en el centro su famoso ojo que me decidí a diseñar el amigurumi. No podía ser tanta casualidad o suerte. Lo lleva en el cinturón, a modo de hebilla. Y fui a comprar solo para él una madeja de color vino tinto para su chaqueta. Le hice el bastón, los bigotes y las entradas de su pelo,que eran las mismas de mi padre -también se llamaba Salvador, pero no pintaba nada en mi vida-. Y creo que guarda algún parecido. Al menos lo recuerda.
Dalí siempre tuvo mucho sentido del humor, espero que me perdone. En los últimos meses de su vida, estando muy enfermo, se reía hasta que le tenían que poner oxígeno imaginando autobuses de escolares acudiendo a una manifestación para pedir la vuelta de uno de sus cuadros a Cataluña. Gritaban el título del cuadro: «Queremos al Gran Masturbador…»
Dalí conoció a Gala en Cadaqués, cuando ella era la esposa de Paul Eluard y le llevaba diez años… Ah, no, necesitaría un montón de tomos para hablar de esa historia y hay gente mucho más cualificada que yo, incluso hay una Fundación que lleva el nombre de los dos, el de ella delante por supuesto.
Hablando de parejas, hemos trabajado en el amigurumi de Picasso. Juntos los podéis tejer. No se podían ni ver pero eran la cara y cruz de la misma pulsión iluminada e inagotable por el arte…
Y este amigurumi… ¿A que pinta bien?
Nuestro Dalí, 2020
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