La aventura del Cocodrilo
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Es lo más difícil que he hecho desde que estoy en esto de los amigurumis. Siempre lo digo. Pero es que me ha quedado un recuerdo de hacer y deshacer sin parar hasta tenerlo terminado.
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Me encargaron un cocodrilo como mascota de una clase de niños de tres años, al comenzar el curso. Busqué y nada de lo que encontré me convencía. Así que puse manos a la obra, con muy poca experiencia por entonces y sí mucha osadía.
No hacía ni dos días que lo había entregado, con todos los farragosos apuntes ya volcados en el ordenador, cuando encontré una revista más o menos vetusta con un cocodrilo casi igualito. A ver, qué mala pata, ¿será posible? ¿tanto trabajo y lo tenía aquí mismo…? Bueno, pero era mi criatura, fea y fiera, pero criatura al fin y al cabo. Digo fiera y fea porque incluso antes de imaginar siquiera qué patas le tejería, ya presentaba este aspecto: